miércoles, 30 de mayo de 2012

Para comprender mejor...

Como vimos en la anterior publicación, el cuento "Sueño de Dédalo, arquitecto y aviador", tiene relación con 2 mitos griegos: El mito de Dédalo e Ícaro, y el mito del minotauro.

Así que por eso, aquí tenemos los 2 mitos, para entender mejor la relación entre estos cuentos.


El Mito de Dédalo e Ícaro
Dédalo fue un prestigioso arquitecto, inventor y escultor, muy respetado en su ciudad natal de Atenas. Trabajaba en su taller junto con su sobrino Talo, quién aparentaba ser un gran sucesor de su tío. Llegado el momento en que los celos comienzan a fusionarse, Dédalo, entre una madrugada y otra decide matar a su sobrino, sacarse del medio esa tortura constante.
Un día invita a Talo a pasear con él por el recinto del templo de atenea y desde lo alto de las murallas lo arroja al vacío, pero la diosa Palas transformó al muchacho en pájaro “cubriéndolo de plumas mientras caía”. Luego baja del recinto, recoge el cadáver de su sobrino y lo entierra en un baldío.
Días mas tarde el tribunal consigue las pruebas del delito y condena a muerte a Dédalo, éste consigue escapar y embarca en un navío que va a Creta. Allí es recibido con todos los honores por el rey Minos, quien lo convierte en su servidor.
Un día, Pasifae, la esposa de Minos, pide al escultor que le fabrique una figura de vaca que se semejara a la real para cometer un delito con el toro blanco de Creta, Esto lleva a cabo el nacimiento de una criatura dotada mitad de cuerpo humano y mitad de toro: El Minotauro. Para tratar de esconderlo, Minos ordena a Dédalo que construya un laberinto de donde jamás pudiera salir esta bestia. Al pasar los días en ésta celda, el minotauro, que se rehusaba a los alimentos ofrecidos, exige carne humana.
Al enterarse el deseo del monstruo, Minos tiene una idea, obligar a los atenienses a enviar tributos de siete muchachos y siete doncellas para ser devorados por la fiera.
Teseo, el hijo del rey de Atenas, parte rumbo a Creta con el fin de asesinar al Minotauro, lo cual logra con la ayuda de Ariadna, la hija de Minos. Teseo se introduce en el laberinto llevando un ovillo de lana que desenrolla desde el principio para poder regresar cuando lo fuese necesario, este entra en la morada del monstruo y lo apuñala por la espalda y vuelve a su pueblo natal con Ariadna.
Con la esclava Naucrates, Dédalo tuvo un hijo llamado Icaro, el cual fue encerrado junto con su padre dentro del laberinto por los engaños cometidos al rey.
Con el pasar del tiempo a Dédalo se le ocurre la idea de construirse alas para escapar del laberinto, y comienza a juntar plumas, las cuales va uniendo con trozos de lino abandonados en el laberinto y cera extraída de los panales de abejas. Así conforma los dos pares de alas que los elevan hacia el cielo de Grecia.
Los primeros momentos de vuelo son complicados. Los cuerpos no encuentran el equilibrio exacto, por lo cual Dédalo recomienda a Icaro que vuele siempre a una altura media: ni demasiado bajo, para no hundirse en el mar, ni demasiado alto, para que el sol no quemara las frágiles plumas.
Dédalo llevando la delantera no observa que Icaro, deslumbrado por la belleza del firmamento y con la música de los pájaros, comienza a cobrar altura poco a poco. Hasta que llega el momento en que los rayos del sol comienzan a ablandar la cera que sujetaba las plumas y éstas empiezan a desprenderse poco a poco hasta que Icaro cae al mar. Cuando Dédalo mira atrás, no encuentra a su hijo, pero ve dos alas que flotan en el mar y sobrevuela el lugar infinitas veces tratando de encontrar el cadáver de su hijo.
Dédalo llega a Sicilia y se pone bajo el servicio del rey Cócalo para quien construye un embalse, fortifica la ciudad…
Por su parte, Minos no se resigna a dejar escapar a Dédalo e inicia una intensa búsqueda. Para averiguar el lugar en que se esconde, por todas las ciudades por donde pasa, propone un problema técnico-intelectual y, al ver que el rey Cócalo le devuelve solucionado el problema, ya sabe dónde se halla el hábil Dédalo. En vano pedirá al rey que se lo entregue. Por el contrario, cuando Minos se está bañando, informadas por Dédalo de las costumbres de Minos, las hijas de Cócalo lo matarán echándole agua hirviendo.
Yo creo que en este mito, Dédalo intenta encontrar la libertad intentando superar su condición humana, y esto lo termina pagando con la muerte de su hijo, quién es un joven impelente e inexperto, que se ciega ante la gran sabiduría de su padre y no puede distinguir el peligro con claridad.
Pero el mismo mundo se encarga de demostrarles que la realidad es la única verdad, pues cuando Icaro se acerca al sol, el cual vendría a ser la verdad, éste se encarga de demostrarle cual es su condición humana.


El Mito del minotauro
Oculto en lo más profundo del Laberinto de Creta, que había construido el sabio Dédalo, para el ReyMinos, habitaba el monstruoso Minotauro, con su cuerpo humano deformado horriblemente por una cabeza de toro (esta criatura era el fruto de una maldición del dios Poseidón, sobre la esposa de Minos, la reinaPasifae que se había enamorado de un brioso toro). Periódicamente se llevaban grupos de jóvenes para ser internados en el Laberinto, y así el Minotauro pudiese saciar sus instintos bestiales, su hambre voraz. En cierta ocasión el joven Teseo iba oculto en uno de esos grupos. Este famoso héroe estaba decidido a acabar con el horrendo monstruo homicida, para salvar a la gente de Creta y así ganar más celebridad y fortuna. La misión era muy peligrosa, pero la doncella Ariadna, que era hermosa y algo hechicera, se prendó de la gallardía de Teseo, por lo cual le facilito un ovillo de hilo, a fin de poder escapar del intrincado y mortal edificio. Y así sucedió: cuando se descubrió Teseo, en el centro del Laberinto, enfrentó al Minotauroespada en mano y le quitó la vida. Luego retornó a la salida y a los brazos apasionados de Ariadna. Y aunque posteriormente Teseo cruel la abandonó en la Isla de Nassos, el apasionado Diónisos, deidad del júbilo y del éxtasis, tomó a Ariadna por esposa y le obsequió la inmortalidad.


Relación entre "Sueño de Dédalo, arquitecto y aviador" con la mitología griega



Sueño de Dédalo, arquitecto y aviador, de Antonio Tabucchi, el autor italiano narra un sueño que podría haber tenido, en una época remota, Dédalo, un conocido personaje de la mitología griega clásica.

Dédalo soñó que se encontraba perdido en un laberinto que le resultaba familiar (el laberinto que él mismo construyó para encerrar al Minotauro) pero del que le resultaba imposible escapar, encontrar la salida. Dentro del laberinto, se topó con el Minotauro, un ser con cuerpo de hombre y rostro de toro, hijo de Parsifae y el toro de Creta, encerrado también, y triste porque su encierro le impedía contemplar la luna.

En su sueño, Dédalo ayudó al Minotauro a encontrar la salida, aunque para huir del laberinto tuvo que resolver antes un problema de lógica.

Dédalo había escondido plumas y cera en unos setos y con ellas construyó unas alas que colocó sobre los hombros del hombre de faz bovina, con las que aquél consiguió salir volando, dirección a la luna.


En el cuento se entremezclan dos mitos de la Grecia Clásica protagonizados por la figura de Dédalo. En primer lugar, la construcción del laberinto para el cautiverio del Minotauro (de ahí lo de "Dédalo, arquitecto") y, por otro lado, el mito de Dédalo y su hijo Ícaro, para el que, enamorado del sol, y no de la luna como lo está el Minotauro en el sueño, construyó unas alas, empleando para ello cera y plumas, alas con las que casi alcanza el astro rey pero que, por efecto del calor que éste desprende, se derritieron y que acabaron con la muerte de Ícaro. Por la construcción de las alas, lo llama "aviador".

lunes, 14 de mayo de 2012


Esquema 

Acerca del autor:

ANTONIO TABUCCHI



Autor de una obra traducida en 40 lenguas y ganador de varios premios internacionales, su nombre sonó como candidato al Príncipe de Asturias y al Premio Nobel de Literatura.

Biografía
Antonio Tabucchi nació en Pisa el 24 de septiembre de 1943, pero creció en casa de los abuelos maternos en Vecchiano, lugar cercano a Pisa. Durante los años de estudios universitarios en la Universidad de Pisa Tabucchi realizó numerosos viajes por Europa, siguiendo las huellas de los autores que había encontrado en la rica biblioteca de su tío materno. Durante uno de estos viajes, en París, en un banco de la Estación de Lyon encontró el poema Tabacaria firmado por Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, en la traducción francesa de Pierre Hourcade. De aquí sale la intuición de que había encontrado el tema para los próximos veinte años de su vida.
Se llega hasta Lisboa y desarrollará una verdadera pasión por esta ciudad. Realiza una tesis doctoral sobre el surrealismo en Portugal. Realiza estudios de perfeccionamiento en la Escuela Normal Superior de Pisa y en 1973 recibe el encargo de enseñar Lengua y Literatura portuguesa en Bolonia. En 1978, se traslada a la Universidad de Génova.
Del 1985 al 1987 es director del Instituto Italiano de Cultura de Lisboa.
Después, durante muchos años, pasa seis meses en Lisboa, con su mujer, nacida allí, y sus dos hijos. Y allí escribe. La otra parte del año transcurre en la Toscana, dando clases en la Universidad de Siena.
En 2004, fue galardonado con el Premio Francisco de Cerecedo, otorgado por la Asociación de Periodistas Europeos, y concedido por el heredero de la España actual al trono, Felipe, príncipe de Asturias, en reconocimiento por la calidad de su trabajo periodístico y su defensa abierta de la libertad de expresión. Ese mismo año, obtuvo la nacionalidad de un país al que pertenecía, de hecho desde hacía muchos años, Portugal.
Debido a un cáncer, fallece el 25 marzo de este año, 2012, a sus 68 años, en el Hospital de la Cruz Roja de Lisboa.

Obra

Visceralmente enamorado de Portugal, fue el mejor conocedor, crítico y traductor italiano del escritor portugués Fernando Pessoa. Tabucchi conoció la obra de Pessoa en los años sesenta, en la Sorbona, le fascinaba de tal forma que a su regreso a Italia acudió a clases de portugués para comprender mejor al poeta.
Sus libros han sido traducidos en dieciocho países. Junto a María José de Lancastre, su esposa, tradujo al italiano muchas de las obras de Pessoa. Escribió, además, un libro de ensayos y una comedia teatral sobre él.
Obtuvo el premio francés "Médicis étranger" por su novela Notturno Indiano, y el premio Campiello por Sostiene Pereira.
Algunos de sus libros más conocidos son Notturno Indiano, Piccoli equivoci senza importanza, Un baule pieno di gente, Gli ultimi tre giorni di Fernando Pessoa, Sostiene Pereira, La testa perduta di Damasceno Monteiro y Si sta facendo sempre più tardi. Varios de sus libros han sido llevados al cine, entre los que destaca Sostiene Pereira, donde Marcello Mastroianni destaca en una de sus últimas interpretaciones, en 1995, sólo un año antes de su fallecimiento.

Sueño de Dédalo, arquitecto y aviador


 
del libro "Sogni di sogni" de Antonio Tabucchi, Selerio, Palermo, 2005.

Título original: Sogno di Dedalo, architetto e aviatore.
Traducción de: Victoria Montemayor



Una noche de miles de años atrás, en un tiempo que no es posible calcular con exactitud, Dédalo, arquitecto y aviador tuvo un sueño. 

Soñó que se encontraba en las entrañas de un palacio inmenso y estaba recorriendo un corredor. El corredor desembocaba en otro, y Dédalo, cansado y confundido lo recorría apoyándose en las paredes. Cuando terminó de recorrer el corredor, desembocó en una pequeña sala octagonal de la cual partían ocho corredores. Dédalo comenzó a sentir una gran angustia y un deseo de aire puro. Enfiló otro corredor, pero éste desembocaba contra una pared. Enfiló otro, pero éste también terminaba en otra pared. Por siete veces Dédalo lo intentó, hasta que al octavo tentativo, enfiló en un corredor larguísimo que después de una serie de curvas y ángulos desembocó en otro corredor. En ese momento Dédalo se sentó en una escalera de mármol y se puso a reflexionar. Sobre las paredes del corredor se encontraban antorchas encendidas que iluminaban frescos azules de pájaros y flores.
 

Sólo yo puedo saber cómo salir de aquí, se dijo Dédalo, y no lo recuerdo. Se quitó las sandalias y comenzó a caminar descalzo sobre el pavimento de mármol verde. Para consolarse se puso a cantar una antigua canción de cuna que había aprendido de una vieja sierva que lo había arrullado en la infancia. Las arcadas del largo corredor le devolvían su voz repetida diez veces.

Sólo yo puedo saber cómo salir de aquí, se dijo Dédalo, y no lo recuerdo.

En aquel momento desembocó en una amplia sala redonda, adornada con frescos de paisajes absurdos. Aquella sala la recordaba, pero no recordaba por qué la recordaba. Había muebles forrados con telas lujosas y, en medio de la estancia, un amplio lecho. Sobre el borde del lecho estaba sentado un hombre delgado, de vivaces y juveniles facciones. Aquel hombre tenía una cabeza de toro. Tenía la cabeza entre las manos y sollozaba. Dédalo se le acercó y puso una mano sobre la espalda. ¿Por qué lloras? le preguntó. El hombre liberó la cabeza de las manos y lo miró con sus ojos de bestia. Lloro porque estoy enamorado de la luna, le dijo, la he visto una sola vez, cuando era niño y me asomé a la ventana, pero no puedo alcanzarla porque estoy prisionero en este palacio. Me contentaría tan sólo con extenderme en el prado, durante la noche, y dejarme besar por sus rayos, pero estoy prisionero en este palacio, desde mi infancia soy prisionero en este palacio. Y volvió a llorar.

En ese momento Dédalo sintió una gran pena, el corazón le batía fuerte en pecho. Yo te ayudaré a salir de aquí, le dijo.
 El hombre bestia alzó de nuevo la cabeza y lo miró con sus ojos bovinos. En esta estancia hay dos puertas, dijo, y en cada puerta dos guardianes. Una puerta conduce a la libertad y una puerta conduce a la muerte. Uno de los guardianes dice sólo la verdad, y el otro dice mentiras. Pero yo no sé cuál es el guardián que dice la verdad y cuál el guardián que miente, ni cuál es la puerta de la libertad y cuál, la puerta de la muerte.

Sígueme, dijo Dédalo, ven conmigo.

Se acercó a uno de los guardianes y le preguntó: ¿cuál es la puerta que según tu colega conduce a la libertad? Acto seguido cambió puerta. De hecho, si hubiera preguntado al guardián mentiroso, éste, cambiando la indicación verdadera del colega, le habría indicado la puerta del patíbulo; si, al contrario, hubiera preguntado al guardián sincero, éste, dándole sin modificar la indicación falsa del colega le habría indicado la puerta de la muerte.

Cruzaron aquella puerta y recorrieron de nuevo un largo corredor. El corredor daba a la salida y desembocaba en un jardín colgante del cual se dominaba las luces de una ciudad desconocida.

Ahora Dédalo recordaba y estaba feliz de recordar. Debajo del césped había escondido plumas y cera. Lo había hecho para sí, para escapar de aquel palacio. Con aquellas plumas y aquella cera construyó hábilmente un par de alas y las colocó en la espalda del hombre bestia. Después lo condujo sobre el borde del jardín colgante y le habló.

La noche es larga, dijo, la luna muestra su cara y te espera, puedes volar hasta ella.

El hombre bestia se giró y lo miró con sus ojos míticos de bestia. Gracias, le dijo.

Ve, dijo Dédalo, dándole una palmadita. Miró al hombre bestia que se alejaba con amplias brazadas en la noche, y volaba hacia la luna. Y volaba, volaba.